Por Carlos Solero
Es difícil determinar si las palabras mueren o no, cuando los hechos tienen contundencia hablan por si solos. Lo que es siniestro es que más allá de ella si mueren los seres humanos cuando se lanzan sobre ellos hordas artilladas.
Recientemente en Bolivia fueron reprimidos pobladores originarios con un saldo de muertos, heridos y desaparecidos. Las imágenes no dejan dudas del ataque del que fueron víctimas por reclamar por los derechos sobre sus tierras. El pasado miércoles 28 de setiembre aun cincuenta mil personas de organizaciones sociales marchaban por los caminos del departamento de Beni y hasta la Central Obrera Boliviana (COB), de posiciones políticamente pendulares apoyó el reclamo por el feroz y artero ataque.
El gobierno de Evo Morales tiene un discurso pluriétnico y procura impulsar prácticas progresistas, pero hay que señalar la incompatibilidad manifiesta entre el capitalismo y las formas de vida comunitaria. Siempre se impone la lógica mercantil, matriz ideológica de este sistema.
Ya lo explicó Mijail Bakunin: no es posible la libertad y el socialismo con la persistencia de estructuras de dominación estatal y respetuosas de la propiedad privada, el sistema fagocita aun las buenas intenciones predicadas.
Somos testigos también de la lucha de los pueblos por salvar de la expoliación implacable a las tierras del Amazonas.
No se emanciparán los pueblos, no cesará la violencia contra ellos por meras expresiones discursivas, aunque éstas invoquen a la Madre Tierra, sino por el cambio de raíz de una civilización basada en la explotación y la dominación que aniquila vidas y devasta el Planeta.