Por Carlos Solero
Según ha trascendido de los datos relevados en el censo 2010 hay en la región decenas de miles de viviendas deshabitadas, a su vez la necesidad de habitat para otras tantas decenas de miles de personas persiste.
En efecto, entre las consecuencias del modelo sojero imperante que irrumpió en la Pampa Húmeda como un vendaval en los últimos años está el paroxismo construccionista de edificios de departamentos para sectores de altos ingresos.
Cabe señalar que desde hace décadas no existen planes de vivienda para los sectores populares que no satisfagan las demandas reales.
El cataclismo neoliberal arrasó con el sistema de construcción que promovía créditos accesibles a los trabajadores.
Ahora bien, la cuestión de la carencia de viviendas se remonta ya hace un siglo cuando nuestros bisabuelos llegaron corridos por el hambre y ya estaban acaparadas las tierras por la oligarquía de ganaderos, quienes a su vez las habían rapiñado a los pueblos originarios de estos lares.
Acaso valga recordar que en las actas de los Congresos obreros de la Federación Obrera Argentina (F.O.A) fundada en 1901 y su continuadora la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A), ya aparece el reclamo de viviendas dignas.
Mientras la elite vivía en sus mansiones los infectos conventillos eran el ámbito al que derivaban los inmigrantes. Estos conventillos propiedad de la clase prebendaria eran lugares de hacinamiento, sin las mínimas condiciones sanitarias.
La heroica huelga de inquilinos de 1907, conocida popularmente como “Huelga de las Escobas”, marca un hito en las luchas sociales de la dignidad popular.
La cuestión de la especulación inmobiliaria es una marca de origen de las clases dominantes en este territorio