Por Carlos Solero
La reciente incursión de un comando de elite norteamericano en Paquistán, aplicando torturas y perpetrando asesinatos selectivos debería despertar el repudio masivo y contundente de los pueblos de la Comunidad Internacional.
El acontecimiento mencionado no es más que un eslabón en la cadena de prácticas aberrantes violatorias de los derechos humanos que se sostiene con la persistencia de bases y cárceles secretas en diversas latitudes del mundo, a las que se trasladan a disidentes políticos y sociales.
Amnistía Internacional y otras organizaciones de defensa de los Derechos Humanos han denunciado esto en diversas ocasiones.
A la gravedad de lo acontecido hay que añadir el espectáculo mediático montado desde la Casa Blanca. En este sentido -y en muchos otros- la administración de Barack Obama continúa promoviendo la guerra total y global.
Esto se manifiesta de diversos modos: persistencia del Centro de Detención en Guantánamo, aplicación de armas químicas con el Plan Colombia, incursiones militares en el Norte de África.
La tortura está considerada crimen de lesa humanidad. No importa a quien se aplique, es un crimen.
Pero las políticas violatorias de la dignidad humana son a la vez cometidas por otros Estados con total impunidad. En Chile, por ejemplo, con montajes a los mapuches y a luchadores sociales; en China, a quienes reclaman libertad de expresión y acción social.
No es posible callar frente a este accionar que afecta a todos y cada uno de los pueblos del Planeta por el avance del belicismo a escala global y de la impunidad consecuente de sus hacedores.
Los norteamericanos festejan la muerte del licer taliban, mas sin embargo no dicen nada o se mencionan en contra de los crimenes impunes y humillantes que sufren en medio oriente, existe tanta ignorancia sobre la cultura y creencia musulmana que se piensa que son malos o peligrosos para la humanidad y no es asi.
Esta raza es aguerrida e inconquistable y a los yanquis les enfada tanto espiritu.