Por Carlos Solero
Promover guerras en nombre de la justicia y la paz. Dictaminar ejecuciones sumarias de personas a través de acciones de comandos de elite de inteligencia.
Que un Jefe de Estado recientemente designado Premio Nobel de la paz anuncie a través de las pantallas de televisión, sin sonrojarse, que ordenó matar a un individuo y que este anuncio sea motivo de festejos callejeros. Todo esto no puede sino despertar indignación colectiva.
El patrioterismo imperial, y el chauvinismo llevados al extremo, un paroxismo belicista que se expande hacia todas las latitudes. El sostenimiento de un sistema basado en el armamentismo y por lo tanto en las guerras crónicas.
Cada día queda más en evidencia que la crisis financiera, provocada por las propias maniobras de los banqueros, necesita de guerras para a la vez de exaltar el nacionalismo y la xenofobia en las metrópolis y en la periferia, multiplicar los conflictos territoriales, interétnicos, etc.
Propiciar masacres, bombardeos en nombre de la paz y la justicia, es mucho más que una paradoja de la situación internacional contemporánea. El libreto es el mismo, sólo han variado los nombres de los jerarcas guerreros.
Es preciso estar alertas frente a esta oleada de terror global pues la vida de cada uno de nosotros corre peligro. Esto no es una metáfora, sino un realidad latente.