Por Carlos Solero
Han transcurrido muchos siglos desde que Tácito lanzó su lapidaria sentencia: “Los Romanos hacen un desierto y lo llaman paz”.
En realidad el pensador latino se refería a los comandantes de las legiones enviadas hacia distintas latitudes por los jerarcas del aquel Imperio y no al pueblo llano que acompañaba de modo forzado y a pie a los centuriones de a caballo.
Las recientes incursiones en territorios de África por parte de las fuerzas de la OTAN, encabezadas por EE UU, Francia en Inglaterra, muestran una vez más las fuerzas coaligadas del capital avanzando impertérritas a la conquista del petróleo y demás recursos.
Sólo la hipocresía discursiva puede camuflar las verdaderas intenciones de estas campañas. ¿Acaso alguien puede creer a esta altura de los acontecimientos que es realmente la emancipación de los pueblos lo que los orienta?
Los bombardeos sobre población civil en Libia provienen de las tropas de Kadaffi y desde las fuerzas de la OTAN.
Las reiteradas visitas a la región norafricana de la Secretaria de Estado H.Clinton muestran que el interés por mantener bajo estricto control la región forman parte de las prioridades de su agenda.
Otro tanto ocurre con las cruentas incursiones de la fuerzas del gobierno francés de Sarkozy en Costa de Marfil potenciando la guerra civil en es país.
Entre ajuste y ajuste presupuestario en sus respectivos territorios, por supuesto para salvar a elites y afectar aun más a los trabajadores y desempleados o excluidos, las potencias imperiales continúan sus aventuras bélicas en lejanas tierras.
Estas maniobras contribuyen entre otras cosas a cimentar el mito de su fortaleza persistente, aunque ni siquiera las guerras puedan disimular su irreversible decadencia.