Desde sus orígenes, el Trabajo Social se ha relacionado con la temática educativa, ya sea desde la adjudicación del rol educador social, como también en acciones denominadas de apoyo: visitador de higiene escolar a mediados del siglo pasado, orientador profesional, visitador social para el control de ausentismo… Estas actividades denotan subsidiariedad en la función y dependencia del discurso predominante en las escuelas, vinculado a la actividad pedagógica.
El movimiento de reconceptualización, la pedagogía de Paulo Freire y los cambios sociales que se produjeron en las últimas décadas del Siglo XX modificaron de alguna manera el perfil del entonces llamado “asistente social escolar”, posicionándolo en un lugar de mayor presencia, integrando equipos con otros profesionales y articulando acciones desde la institución educativa con otros/as actores e instituciones territoriales.
De esta manera, y considerando que la institución educativa tiene presencia en los más variados y distantes espacios comunitarios, surge la necesidad de repensar la intervención profesional considerando la escuela como un dispositivo integrador en el territorio en tanto representación del Estado y lugar de pertenencia y socialización de niños, niñas y jóvenes.
Esto nos invita a repensar la relación entre lo asistencial y lo educativo, no como opuestos contradictorios sino desde la perspectiva de educación y asistencia como derechos que deben ser garantizados.
Esta mirada nos lleva a interpelar nuestra identidad en tanto trabajadores/as de la educación en todos los niveles y modalidades, partícipes en la construcción de espacios democráticos, inclusivos y respetuosos de los derechos de las personas.