Por Carlos Solero
Las palabras resultan insuficientes para expresar nuestra indignación y perplejidad frente al baño de sangre que en el presente se está perpetrando en Medio Oriente. Concretamente no podemos callar o permanecer indiferentes cuando observamos las patéticas imágenes de restos de seres humanos destrozados por bombardeos y metralla.
Cuando no se respetan siquiera las instalaciones hospitalarias y se han aniquilado más de 600 vidas, para nosotros -ciudadanos del mundo como nos sentimos- no importa la religión u origen étnico de las víctimas, se trata de vidas humanas destruidas.
La prepotencia estatal que despliega su maquinaria destructiva merece nuestro rechazo y mucho más cuando busca coartadas ideológicas como fundamento: “soberanía”, “espacio vital” o lo que sea, sólo son argumentos para matar.
En tanto, en el mundo financiero y en los directorios de las corporaciones y complejos industriales militares se friccionan las manos porque los dividendos aumentan en simultáneo con las carnicerías bélicas contemporáneas.
El Estado Israelí, el grupo Hamas, los separatistas ucranianos, el poder del Kremlin, los agentes de la OTAN o la Casa Blanca norteamericana y sus esbirros artillados, cualquiera sea el nombre de los matadores, lo único cierto y real son los muertos que cada día se cuentan por decenas o por cientos, sólo para salvaguardar los intereses de los privilegiados y poderosos del Planeta.
Perplejidad e indignación, más no indiferencia y pasividad, es lo que nos impulsa a escribir estas líneas.